El reportero estrella, subdirector de Cambio 16, era Pepe Oneto y había puesto de moda poner en sus crónicas notas “de color” sobre el tiempo, la indumentaria o la gastronomía relacionadas con la noticia. Y como yo era un joven reportero –y secretario general de redacción del semanario–, escribí: “La mañana, que había empezado con un despuntar del sol, está ahora nublada y fría. ¿Para qué?”. Ricardo Utrilla, director de Publicaciones, me dijo: “Quita el ‘para qué’. No estamos para lirismos”. Lo quité de la segunda versión de mi crónica.
Era mediodía del 27 de septiembre de 1975 y en la vieja redacción de la calle de López de Hoyos de Madrid nos afanábamos en confeccionar una de las ediciones más conflictivas de Cambio 16: el número 200. El redactor-jefe, después director, Román Orozco, el reportero gráfico José Luis de Pablos y yo mismo, habíamos vuelto de Hoyo de Manzanares. En el campo de tiro llamado El Palancar del polígono militar de Matalagraja, sito en dicha población del extrarradio madrileño, pelotones de ejecución de la Policía Armada (hoy Policía Nacional) y de la Guardia Civil habían fusilado esa mañana a tres militantes del FRAP. Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz habían sido convenientemente condenados a muerte por terrorismo –los asesinatos del policía armado Lucio Rodríguez y del teniente guardia civil Antonio Pose en sendos atentados– y recibido el letal “enterado” de Franco y su Consejo de Ministros del 26 de septiembre de 1975, que suponía su inmediato fusilamiento en la madrugada siguiente.