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Ábalos sin consentimiento, de Sergi Pàmies

Ábalos sin consentimiento, de Sergi Pàmies

El sábado, en La Sexta, José Luis Ábalos defendió con fuerza lo que exige su medida. El lenguaje del informe de la acusada era de fuerte resistencia: bastaba con ponerse la falda con la camisa por fuera y pedir al entrevistador que subiera a la calle para comparar opiniones a precio limpio. La historia, sin embargo, se acelera, y ayer, en la Ser, Àngels Barceló lo mandó con una homilía programática en la que pediatra al presidente Pedro Sánchez que fue coherente -e implacable- con su promesa de no tolerar el más mínimo atisbo de corrupción.

Desde el punto de vista de la verosimilitud narrativa, Ábalos puede parecer convincente: no da la oportunidad de ser el cabeza turco más idiota de la tribu concurrente de cabezas turcas salpicadas por responsabilidades remotas. En la competencia de ascensores que pretenden calmar este fuego a través de la vía del linchamiento exprés, eco menos se recuerda más con qué gentuza tuvieron que tratar a las democracias para obtener mascarillas en la peor fase de la pandemia. ¿Justifica esto la voracidad y la avaricia criminal de los comisionistas, que no quisieron negociar con los mafiosos? No, pero sí, explica el contexto de una historia que tuvo la fuerza para realizarla.

Alsina mantiene su intención de proteger las veleidades íntimas

Nada más finalizar el episodio de Ábalos, el exministro ofreció una mínima resistencia ante la unanimidad que pretendía aplicar el castigo de forma selectiva. es Els Mornings de Catalunya RàdioEl conseller Jordi Hereu, que se encuentra en Barcelona para sumarse al desfile berlanguiano del Mobile World Congress, el conflicto de Ábalos se encuentra “entre la razón judicial y la responsabilidad política”. Pero para desarrollar esta idea, está claro que Ábalos lleva las horas -incluidos los minutos- contadas (escribo este artículo a las 9 de la mañana).

El exministro José Luis Ábalos pasó unos días en el Congreso

EFE/Chema Moya

También en La Sexta, entrevista de Jordi Évole a Carlos Alsina. Comenta los peligros de la promiscuidad entre periódicos y políticos y la supervivencia de películas en las que la línea entre información y embriaguez es, más que fina, inexistente. Con una habilidad muy evidente, quiero transmitir a Alsina impresiones, intuiciones y percepciones de la vista que el locutor debe adoptar con deportividad porque, aunque sean críticas, no se trata de declaraciones documentadas ni de observaciones fiscales. La estrategia del entrevistador: hablar con el entrevistado para no romper el clima de confianza y brusquedad, cambiar el ritmo o el sentimiento de una pregunta. Entre obstinación y pudor, Alsina mantiene su resolución, ampliamente trabajada, de protegerse de cualquier veleidad intimista. Y cuando Évole locodelacolinea y le pregunta qué tan pequeña era, Alsina se refugia en el humor (lo mismo que se demostró en la época de La cultura, con David Gistau, Rosa Belmonte y Sergio del Molino) y responden: “Bajito”. La expresión entre lo que se pretende y lo que se supone que no funciona porque, incluso en el periodismo, el consenso –no es no y sí es sí– es importante.

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By Angel Whiteman

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