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Este quizá sea el momento más desconcertante del último medio siglo de la historia de España. Quizá también el más delicado, exceptuadas las horas del golpe de Estado de 1981 y los segundos de independencia de Catalunya del 2017. Se oye el crujido de las estructuras del Estado, agitadas por el vendaval de una simple investidura. Se discute apasionadamente una amnistía a la que el Gobierno no llama por ese nombre, cuyo alcance nadie conoce, cuya legalidad tiene difícil encaje en la Constitución y cuya simple mención amenaza con romper la unidad del férreo Partido Socialista. La idea de España vuelve a presentarse como la de un país en construcción… o destrucción, según las pasiones y la trinchera del orador.
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