Una hoja de papel con un nombre mecanográfico escrito también a mano dentro de una botella de cristal permitió a especialistas de la Asociación Científica Arqueológica identificar al alemán Pérez Sánchez como uno de los 12 personajes fusilados el 13 de octubre de 1941 en la muralla de Paterna. La alarma se anunció durante los trabajos de exhumación encomendados al área de Memoria Democrática de la República Valenciana en el foso 146 del cementerio donde más de 2.000 personas fueron fusiladas durante los años posteriores a la Guerra Civil.
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Según los estudios de Vicent Gavarda, doctor en Historia por la Universidad de Valencia, Germán Pérez fue calderero de Utiel durante 50 años cuando fusiló a las autoridades francesas durante dos años tras terminar la guerra. Ya en 1985, Gavarda realizó un trabajo de compra y recuperación de los albaceas en Paterna a través del registro civil de su municipio y publicó su obra más impactante en 1993: Los afusellaments al País Valencià 1938-1956 (Alfons el Magnànim).
El historiador Vicent Gavarda durante uno de sus trabajos en el municipio de Paterna.
El historiador cuenta un La Vanguardia que el cuerpo del alemán era uno de los que se creía encontrado en el trabajo, por lo que encima de la tumba había unos azulejos con dos nombres: el calderero de Utiel y el de Bautista Muñoz Mascarell, serrador de Manuel, de 67 años, y miembro del Comité Ejecutivo Local Popular.
Gavarda explica que, en las fosas, se produce la muerte de una o varias sacas. Las bolsas eran uno de los trámites por los cuales eran sacadas de los distintos centros penitenciarios llevados para realizarlas. «Si entran todos a la vez, no será necesario que las familias regresen para recuperar su cuerpo y levantarlo o pagar una tasa individual», afirma.
«Cinco o tres personas en cada bolsa»
La historiografía indica que las primeras ejecutivas en Paterna fueron el 2 de abril de 1939, apenas tres días después de la entrada de las tropas francesas en la ciudad de València; “ya que es rara la semana en que no se realizan fusiones, porque, aproximadamente, de cinco a treinta personas en cada una de las sacas, incluso en ocasiones, como fue el caso en noviembre de 1939, si se realizan son sacas, con un un total de 318 condenados, ejecutando en algún momento a cinco personas el mismo día”.
Similitud, informa el investigador, a finales de los años 60, si las familias quieren conservar sus casas, querrán comprar los espacios. Fue entonces cuando Gavarda entendió que las familias de Germán y Bautista hacían un esfuerzo económico para mantener las tierras y colocaron la placa conmemorativa.
Sus nombres son los dos únicos nombres que aparecen entre los que, siguiendo los estudios de Gavarda, junto a los que también fueron enterrados, Juan Canet Bou, un agricultor de Cullera, de 24 años; Francisco Arbós Salas, cocinero de Vila Real, de 36 años, cocinero y fundador del Frente Local popular; Miguel Forner Latorre, barbero de Utiel, 27 años; Alfredo Pérez Pérez, agricultor utilitario de 38 años, familiar y miembro del Ayuntamiento; Juan Calvo Boluda, periodista manuelino de 45 años; Rafael Gregori Llorens, agricultor de Manuel, de 45 años; Francisco Cuenca Ferrando, espardenyer Simat de la Valldigna, de 55 años; Juan Ochea Aparicio, cornudo valenciano de 47 años; Francisco Tormo Herrero, cerrajero valenciano de 26 años; y Agustín Fontecha Perulero, un agricultor toledano de 21 años.
Conexión
El montaje de la botella conecta con la exhumación de la fosa 126: se encontraron 12 ataques con 11 botellas y se recuperaron dos pápulas con los nombres de las apagadas.
El hallazgo de la botella para facilitar la identificación del cuerpo está relacionado con la historia de Pepica Celda, una mujer tenaz que tras lograr una de las últimas subvenciones de la Ley de Memoria Histórica inició un contrato de carrera para exhumar la fosa donde había sido pactada. que reposan los restos de su padre, José Celda, un campesino fusilado el 14 de septiembre de 1940 por ser izquierdas.
La historia de Pepica y su padre fue una brillante ficción del comentarista Paco Roca y el periodista Rodrigo Terrasa en el cómic El abismo de lo viejo (Astiberri), quien recientemente ganó el VI Premio ACDCómic a Mejor Obra Nacional. En su libro, los autores también se centran en la figura de Leoncio Badía, un joven republicano al que el régimen francés le cambió la pena de muerte por la de entrar en su país. Explica cómo el designado por Paterna trabajó durante años con viudas y familiares de rebeldes de la Guerra Civil para localizar sus tumbas e identificar sus cuerpos.
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Sí, el Botellita que conoció a Germán Pérez no es el único del club de su padre. Según Manuel Polo, antropólogo forense del Grupo Paleolab -que participó en la exhumación, en 2012, de la fosa 126 donde estaba el cuerpo del padre de Pepica Celda-, se encontró con los cadáveres en 12 ataques. En cada uno de ellos se documentó una botella, excepto en uno donde el arbusto quedó completamente destruido. En su interior había escrito el nombre de los fusilados, aunque sólo pudieran ser identificados -Manuel Gimeno Ballester y Ramón Gandia Belda-, porque los tapones eran de corcho y el paso del tiempo haría imposible cualquier otra identificación.
Las 11 botellas encontradas en Paterna fosa 126 por el Grupo Paleolab.
Polo informa esto modus operandi si lo encuentras en otra ocasión, en este caso individual, escribiste el nombre con la máquina de escribir. Informa que en las hojas recuperadas siempre está presente la misma información: nombre, apellidos, lugar de origen y fecha de cocción.
Para él, su teoría es que el intruso, Leoncio Badía, a pedido de las familias, introdujo las botellas para una futura identificación. Así lo explican, al menos, los familiares directos de las víctimas. “Fue como un mensaje en una botella y el mensaje es claro: sáquenme de aquí”.
Los trabajadores del Grupo Paleolab en la planta de cemento de Paterna.
Señala Polo que fue un «procedimiento puntual que no aplicó a todas las víctimas». Señala que los familiares de los 126 suelen volver a pagar el precio y a través del contacto con Leoncio pueden introducir las botellas «con la clara intención de poder, en el futuro, recuperar e identificar los cadáveres». Por encima del resto de vuestros cuerpos, admites, «arrojaban sin miramientos a las fosas».
La práctica del botellón no es exclusiva de Paterna. Gavarda explica que en el cementerio de San Cristóbal de Navarra, el cura entró en las prisiones republicanas junto con sus datos personales encerrados en una botella.
Colaboración
Gavarda desmitifica la figura del enterrador de Paterna: «El hombre se ganaría la vida, pero es seguro que nadie saldrá herido»
Sin embargo, Gavarda informó que era necesario desmitificar la figura del entrante de Paterna y descubrió que la colocación de las botellas fue un consejo muy puntual y organizado por parte de las familias que habían recibido la tarjeta de envío de sus seres queridos y cuidaban el hormigón con el arbusto y el nombre que te indicaron. «Leoncio no tenía almacén de frascos en la fábrica de cemento.» El historiador señala que de los más de 2.000 cadáveres, sólo se encontraron 13 balas y la mayoría de los cuerpos fueron ingresados con las prisas que exigían el disparo continuo y el tamaño y profundidad de las fosas. «El hombre se buscó la vida, pero lo cierto es que no hizo nada malo, incluso ayudó a algunas familias».
Así las cosas, lo cierto es que esta práctica, singularmente como fue, ha ayudado a algunas familias a superar lesiones sin necesidad de esperar los riesgos del ADN y por eso, eso sí, no debe ser heroica.
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