Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar y personalizar su experiencia y para mostrar anuncios (si los hay). Nuestro sitio web también puede incluir cookies de terceros como Google Adsense, Google Analytics, Youtube. Al utilizar el sitio web, usted acepta el uso de cookies. Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad. Haga clic en el botón para consultar nuestra Política de privacidad.

¿Quién decide las elecciones en España?

¿Quién decide las elecciones en España?

El resultado de las polarizadas elecciones del 23-J tiene una lectura histórica que refleja los profundos cambios políticos que ha sufrido España en la última década. Esos cambios se resumen en una sensible derechización del electorado que condena a la izquierda a una posición subalterna o al empate en votos con el bloque conservador como máxima aspiración realista. Es decir, España ha dejado de ser un país de centroizquierda, cuya hegemonía se expresaba en los más de 12 millones de sufragios que el PSOE e IU fueron capaces de reunir en 1996, 2004 o 2008.

Por su parte, la derecha (PP, UPyD y Ciudadanos) sumó el año 2008 –el del máximo despliegue del bipartidismo– algo más de 10 millones y medio de votos. Ese resultado se registró después de que los populares lograsen redimirse de las mentiras del 11-M, que les habían costado en los comicios del 2004 la pérdida del poder y de más de medio millón de papeletas.

Las izquierdas han extraviado el 23-J más de un millón y medio de papeletas de su voto récord de hace 15 años

A partir del 2008, el bloque conservador –aunque con nuevas marcas como Vox– ya no ha caído nunca por debajo de los diez millones y medio de votos (su peor resultado en noviembre del 2019), mientras que alcanzó su techo en el 2011 (con 12 millones de papeletas entre el PP y UPyD). Pero el pasado 23-J, la derecha se quedó a casi 800.000 sufragios de ese récord. (Ver gráficos).

A su vez, la izquierda tampoco ha repetido nunca los 12,3 millones de votos del 2008. Lo mas cerca que ha estado (a algo más de medio millón de sufragios de distancia) fue en los comicios del 2015, una auténtica expresión de castigo en las urnas contra los recortes y la corrupción de la principal fuerza de la derecha (aunque gracias a los votos de Ciudadanos, el espacio conservador todavía quedó entonces por encima de su suelo del 2008).

Hasta un millón de los electores perdidos por la izquierda permanece en la abstención, salvo la irrupción puntual de medio millón en abril del 2019

Ahora bien, en los comicios de hace ocho años, la izquierda concurrió dividida en tres ofertas: un PSOE envejecido y todavía marcado por la política de ajuste de Rodríguez Zapatero; una emergente izquierda alternativa que encarnaba Podemos, y la tradicional IU. Y el sistema electoral se encargó de convertir su ventaja de un millón de votos sobre el centro y la derecha en un cómputo menor de escaños (161 frente a 163).

La repetición de los comicios en el 2016 dejó a la izquierda a casi dos millones de papeletas de su techo del 2008. Dos tercios de esas pérdidas se fueron a la abstención, pero el resto, unos 600.000 votantes, apoyaron a la derecha. En cambio, los siguientes comicios –en el 2019 y ya con el PSOE en el poder– brindaron al bloque progresista 11,3 millones de sufragios. Ese resultado –el mejor de los últimos siete años para la izquierda– supuso, sin embargo, un retroceso de un millón de votantes con respecto a sus récords de 1996 o el 2008. Y como consecuencia de ello, la derecha firmó un empate en papeletas, aunque todavía se quedó bastante lejos de su inédito resultado del 2011.

El bloque conservador le ha arrebatado 700.000 votantes a la izquierda, aunque sigue lejos de su techo del 2011

A partir de ahí, y si se tiene en cuenta que el pasado 23 de julio las fuerzas de izquierda sumaron menos de 11 millones de votos (un millón y medio por debajo de su techo histórico), la pregunta es inevitable: ¿Qué fue de la mayoría de izquierda? Y la respuesta parece encontrarse en el comportamiento cambiante de casi dos millones de electores desde el 2008, momento de máxima expansión del bipartidismo.

Por supuesto, no se trata en todos los casos de los mismos votantes de hace 15 años, ya que solo el relevo generacional ha supuesto la entrada en el censo de más de seis millones de nuevos electores y la salida de casi cuatro millones. Pero los resultados electorales a partir del 2016 sugieren que casi 700.000 antiguos votantes de la izquierda se sitúan hoy en el espacio conservador.

El sistema electoral condena al PSOE y a Sumar a pactar con los nacionalistas periféricos para reunir una mayoría de gobierno

¿Y el resto de pérdidas de la izquierda? Como ya se ha señalado, el 23-J dejó al bloque progresista un millón y medio de papeletas por debajo de su techo histórico. Descontadas las que han recalado en el bloque conservador, quedaría aún casi un millón de electores por adjudicar, pero que se distribuirían entre la abstención (ahora mucho mayor que en abril del 2019) y algunas formaciones minoritarias.

En resumen, el escenario español alberga casi dos millones de lo que podrían considerarse electores errantes . Y en ellos reside la clave del desenlace. En torno a 700.000 parecen haber pasado definitivamente de la izquierda a la derecha, aunque no siempre votan: no lo hicieron en noviembre del 2019, pero sí casi todos el pasado 23-J. El resto, hasta más de un millón de electores desde los comicios del 2016, parece haberse sumergido de manera estable en la abstención, aunque más de medio millón reapareció en las filas de la izquierda en abril del 2019 para dar la victoria a Sánchez. En cambio, el 23-J casi un millón de ellos faltó de nuevo a la cita con las urnas. Y, por eso, a diferencia de abril del 2019, el bloque PP-Vox reunió el 23 de julio más sufragios que el PSOE y Sumar.

Sin embargo, aunque los electores errantes hundidos en la abstención y que antes se ubicaban en la izquierda regresasen a su espacio de origen hasta el punto de forzar –como en el 2019– un empate en votos con la derecha (o incluso una leve ventaja), el sistema electoral y la abducción de Ciudadanos por el PP condenarían al PSOE y a Sumar a seguir cosechando menos o, como mucho, un número similar de escaños que los partidos conservadores. Es decir, las opciones de gobierno del bloque progresista español pasan inevitablemente por una entente con los nacionalistas periféricos (incluso aunque los electores errantes de la derecha optaran por abstenerse, como hicieron en noviembre del 2019).

By Angel Whiteman

Puede interesarte