El debate público español vive en un estado de zozobra. Y no porque la Constitución cumpliera 45 años iba a serenarse. La hipérbole no descansa. Nada de fiesta. Sólo necesitas una cámara, un micro y un foco para acelerar el verbo y eliminar los adjetivos de los cañonazos. Pasa cada año, pero con mayor intensidad desde que Pedro Sánchez es presidente del Gobierno. Otro clásico del effeméride es que PP y PSOE se acusan mutuamente de incumplir el espíritu y la letra de la Carta Magna. El primero culpable del segundo de sus pactos con la independencia y el segundo del primero, de mantener durante cinco años el bloque sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial para que obligue al texto constitucional.
También forman parte del ritual la asistencia del padre Ángel en los esplendores de la Constitución así como la ausencia de los representantes del nacionalismo periférico y por segundo año consecutivo, la ausencia de los representantes del nacionalismo español que encarna Vox. La tercera autoridad del Estado se completa también con la tradición de pronunciar una palabra con quienes celebran la efeméride ante los poderes del Estado y sus invitados. Francina Armengol ha solemnizado lo evidente en estos 45 cumpleaños de la Carta Magna al decir que es «el mejor remedio contra la discordia» y ha empleado un método de «complicarlo y explicarlo», pero a ley política le ha molestado su pusiera ante el espejo de su realidad y la acusación de transformar el Congreso en un “curso del PSOE”.