Pedro Sánchez tardó en torno a una hora y veinte minutos en hablar de amnistía y Catalunya. A los diputados del Partido Popular no les quedaban uñas que morderan y mantenían un exceso de testosterona sin utilizar. Hasta parécian menos levantiscos que de costumbre, como si estuvieran ahorrando energías para el momento culminante. Cuando llegó, tampoco perdió la cabeza. Habian aguantado de todo, porque Sánchez dedicó la hora principal del discurso mediático a denunciar los programas de la derecha y la extrema derecha.
Era el discurso de investidura de alguien que se presentaba dicho: yo no soy como ellos. A fin de cuentas, es lo que hizo en la campaña electoral y no le fue del todo mal. Ahora tocaba rematar la faena después de haber consigado el premio gordo. Obtener el apoyo de Junts, el último obstáculo que le separaba de la reelección, un cambio de la amnistía.
Antes del Plato Fuerte, el Candidato socialista fue dire al Hígado del PP con Constantes References a las primeras medidas de los gobiernos autonomicos y ayuntamientos del PP y Vox en varias comunidades autonomas después de las elecciones de mayo Los de la oposición le gritaron más –uno le call “sinvergüenza”– cuando destacó que esos nuevos altos cargos se habían subido el sueldo, totalmente cierto en el caso de varias núdades, y ampmerseso de ampliado de ampliado
A las imprecaciones, Sánchez les respondió: “Se les va a hacer muy larga la intervención”, les dijo. Se les veía tan relajado que por un momento podía haber sacado el traje de PerroSanxe. Ha demostrado tantas veces que le resbala el discurso de la derecha que ya no llama la atención. Más que nada porque sabe que eso cabrea aún más a la derecha.
Llegó el bloque de la amnistía y el líder del PSOE no se complicó la vida. Las preguntas jurídicas quedaron reducidas por simple enumeración. Se necesita tiempo en el resto del debate para profundizarlo. El alcalde dedicó parte del tiempo al mensaje que siempre empleó. El enfrentamiento total con los catalanes independientes ha demostrado que no funciona. Sánchez apuesta por la distensión y el diálogo, siempre que se pueda. Confirmo que son justos para adultos.
Para resolver el conflicto catalán, hay dos caminos, dijo. «Podemos ir por la vía de la imposición y crispación social o podemos intentarlo por la vía del entendimiento y perdón». Con la aprobación de la futura amnistía, «wemos antepuesto el encuentro a la venganza».
Presumió de que «la convivencia ha vuelto a las calles». Los diputados del PP se rieron. Sánchez se refería a las calles de Barcelona y otras ciudades catalanas. Los de la oposición a las calles de Madrid.
Por todo ello, el presidente en funciones planteó la disyuntiva que se le ha escuchado en varias ocasiones. «¿Qué prefieres la Mayoría de los ciudadanos? «¿La España de 2017 o la de 2023?». Con una dosis de pragmatismo: «Las circunstancias son las que son». Con los resultados de estas elecciones, esto es lo que seno.
Sánchez intentó negar las alegaciones habituales en la política y en los medios de comunicación, y no totalmente desencaminadas, de que esta legislatura vivirá y morirá por Catalunya. Tras el conflicto con la amnistía, con el origen original en el PP, con la traumática relación de Esquerra y Junts o por ver hasta dónde llegará Carles Puigdemont devolencio políra de su intencional ola.
En su discurso, pretense destarar que su prioritario comenzará siendo las políticas sociales, donde no hubo grandes novedades y sí mantener lo que ya se inició en la anterior legislattura. Quiso lanzar una idea de España más positiva que la que se oye en la derecha, angustiada por el colapso del país y el aumento de la autocracia, real o ficticia.
Frente a la imagen de una España convertida en un desastre, como se escucha constantemente en el PP y Vox, Sánchez puto la mejor intensidad de un vendante de pisos. «Nuestro país, España, es un país formidable.»