La mágica cifra de 50 años de la estupidez del presidente Luis Carrero Blanco, el número dos del dictador Francisco Franco, ha relanzado debates, publicaciones y producciones audiovisuales sobre ese eco solitario de su tanta trascendencia política. Paradójicamente, sopesarlo
Lo mismo ocurría en la pantalla de información, en los casos de olvido, salvo en los aniversarios.
Nadie tenía gran interés en ponerlo en primer plano. Ni siquiera el régimen de Franco, ni los posfranquistas, porque denunciaron un capítulo de sensacional ineficacia y falta de profesionalidad en el aparato de seguridad de la ley. Un dictado agónico con los servicios de información una vez —una vez— que están al pendiente de trabajadores, estudiantes y atención progresista mientras dejan matar al máximo subjefe de todos ellos en todo el centro de Madrid. El comando ejecutor, perteneciente a la organización terrorista ETA, circuló por la capital española durante al menos un año y medio sin ser descubierto, a pesar de varios torpedos y accidentes increíbles, y logró presenciar al número dos del régimen de una forma que tomó mundo: hacer volar cinco plantas sobre una coca, en cajas de dos toneladas, gracias a la explosión de 80 kilos de dinamita. El explosivo, destruido meses antes en pólvora en Hernani (País Vasco), se filtró por un túnel bajo la calle. De la película trágica.
El intento acechó una ola de represión indiscriminada que no era su lugar
Pero en la isla española, principalmente socialistas y comunistas, así como en el resto de la oposición, incluso los interesados se alejaron del éxito por la cautela porque la entrada desesperada de ETA en la relación de transición siguió siendo protagonismo para el movimiento obrero, estudiando y ciudadanos que avanzar en su lucha por conquistar la democracia. Él fue, definitivamente, el impulsor de la idea de libertad.
En cualquier caso, la muerte de Carrero –el infante de marina al que se debe su ascenso al trono porque en noviembre de 1940 había enviado información a Franco recomendándole no entrar en la Segunda Guerra Mundial junto a Alemania e Italia– fue claramente un acelerador de ese proceso. . El almirante debe ser la prolongación de Franco, como su albacea política, durante tres, cinco o diez años más. La dictadura hubiera terminado igual, porque era insostenible, con una oposición creciente y ya estaba muy aislada en Europa. De hecho, en los cuatro meses que la democracia trajo a Portugal por la revolución de los clubes, y el mes siguiente tuvo lugar la dictadura gris. Pero la desaparición de Carrero aceleró el proceso. “Una víctima del franquismo que se convirtió en víctima del terrorismo”, como le define el historiador José Antonio Castellanos.
El mirante Luis Carrero Blanco en Madrid en 1970
Ese día no sólo vi un magnicidio en España. También quedó neutralizado durante horas tras el intento de golpe interno del Estado, protagonizado por el jefe máximo de la Guardia Civil. Y, además, se abortó un acto represivo de gran envergadura. Tres en uno. El fatídico día que Hubiera pudo haber sido aún más trágico.
En aquel magnicidio del 20 de diciembre de 1973 cayeron tres personas: el presidente, su conductor y la escolta policial. Pero todo estaba preparado para que los militantes sindicalistas y comunistas en manos de la represión del búnker franquista, enardecidos por el inesperado intento, destruyeran ese día y el siguiente, decenas o acaso centenares. Este era el segundo objetivo de la operación: generar una “noche de grandes cojines”. “Genoveva Bosque (Eva) y Alfonso Sastre creyeron que de esta manera se alejarían del juego hacia la posición democrática que buscaba una vía pacífica, que fortaleciera la opción de las Fuerzas Armadas”, recuerda Eduardo Sánchez Gatell de aquellas conversaciones previas. al intento.
Con la atención, se trazó el primer objetivo del extremismo general del país: ejecutar al presidente del gobierno. Pero no dio con el segundo objetivo, la represión indiscriminada, porque el régimen es muy ineficaz, con sus servicios de información que no contaban con tecnología básica y además estaban en permanente competencia entre sí, contaba, sin embargo, con algunos dirigentes de élite de gran profesionalismo. Pensemos en el jefe del Alto Mayor Estatal del Ejército, Manuel Díaz Alegría, y sus ayudantes, donde se destacó el general Gutiérrez Mellado; y pensamos en el entonces vicepresidente del gobierno, Torcuato Fernández Miranda, que se convirtió en presidente provisional al producirse la muerte de Carrero.
Cincuenta años después de aquel 20 de diciembre de 1973 ya no había nada que hacer: fue la organización terrorista ETA, y sólo ETA, la que fue ejecutada por el presidente Carrero. Sin ayuda técnica de los estadounidenses, ni de agentes de otros países, como las teorías conspirativas sugieren un eco mediático apreciable en algunos libros, publicaciones e incluso en algunas producciones televisivas.
Contemplemos las declaraciones de los periódicos que tratan de intoxicar a la opinión pública con historias inauditas e imposibles, como que la noche anterior unos agentes extranjeros entraron en el túnel para reforzar los explosivos con minas antitanque.
Todo apunta a lo que los coautores
intelectuales del magnicidio – Eva
Bosque y Alfonso Sastre– planean la fecha del 20 de diciembre, coincidiendo con el jugo contra los dirigentes del sindicato clandestino Comisiones Obreras, para generar una gran respuesta.
“Odiaban profundamente al Partido Comunista Español, que había expulsado a Alfonso Sastre hace un año”, confirma la abad Lidia Falcón, que compartió nuevos meses de vida con Genoveva. Lidia fue encerrada en la cárcel de Yeserías tras el posterior atentado al café Rolando, pero no fue acusada de ningún delito: “Lo que no coincidieron con Carrero fue volver a intentarlo y buscar la represión generalizada”.
A los 9,28 minutos se produce el nivel de atención. A las 10.16 horas, apenas 48 minutos después, el corresponsal de ANSA en Madrid envió a su sede en Roma la noticia de que el presidente Carrero había sido encontrado «muerto por esta explosión». Muchas de las otras agencias internacionales presentes en España y, presumiblemente, mucho antes que la agencia española Efe, están sujetas al control informativo del gobierno. Finalmente, a última hora del 20 de diciembre de 1973, todas las emisoras públicas y privadas del país, conectadas obligatoriamente a Radio Nacional de España, difundieron la noticia de la muerte de Carrero Blanco a consecuencia de una explosión. Lástima más.