Dentro de dos días votaréis por el País Vasco. En menos de un mes Catalunya tendrá con él. No son dos elecciones simplemente autonómicas, como dice la ley. Son mucho más. Soy, por esta orden, todo esto: 1) un medicamento para la salud de la nación española, el único que acepta la Constitución, pero debatido en los dos territorios; 2) prueba del poder real de un independentismo más exigente que nunca; 3) un desafío para el PSOE, cuyos pactos postelectorales están condicionados por la necesidad de Pedro Sánchez de mantener a su alcalde, y 4) un desafío para el PP, cuyo resultado dirá si está en condiciones de hacerse con el Gobierno general.
Las últimas reuniones y los mensajes de las respuestas no auguran un futuro cómodo para el Estado. Para empezar, los partidos soberanistas dominan el escenario. Hay discrepancia entre sí, pero su proyecto nacional encuentra una clara mayoría, en todo el País Vasco, donde EH Bildu y PNV pueden arreglárselas y dejar a los estados hegemónicos con al menos una redundancia en el caso del PP. Los nacionalismos, lejos de perder presencia, han ganado representación en las instituciones. Se dicen, además, con una ayuda de inestimable valor: el dominio de la relación. Ningún partido ocupa más espacio en los medios de comunicación que EH Bildu y ningún líder se alza en más fotos y noticias que Puigdemont. No puedo repetir que el nacionalismo ofrece más proyectos de paz y de respuesta social. Otro día hablaremos de Cataluña. Hoy tocamos Euskadi por motivos de calendario.
La última es que Pello Otxandiano arremetió contra ETA como terrorista, y en el resto de España fue un sacrilegio, pero en el País Vasco vio un debate televisivo y los demás candidatos le increparon. “Por conveniencia electoral”, se publicó lo siguiente. Conveniencia electoral… Este reportero se pregunta si el medio siglo de los asesinatos se entiende como un mérito que se premia en las urnas. De ser así, y al parecer, el Gobierno central debe mejorar las entregas fáciles que los ministros se han portado como papagai (Bildu son cobardes) y crear un mensaje que engañe a una sociedad que sigue en el desierto que en su día descubrió José Montilla en Cataluña. Si tanta gente acepta entrar en el poder de los herederos ideológicos de ETA, nos encontramos ante un estrepitoso colapso del Estado y de sus administradores.
Por tanto, es cuestionable la necesidad de Feijóo de que Sánchez rompa el acuerdo con Bildu. Desde una perspectiva estatal, las responsabilidades del PSOE son dos, más profundas. La primera, que si un alcalde de Vascos quisiera a Bildu, expulsarlo del marco institucional agravaría el separatismo. No se trata de regalar poder, como si estuvieras en Pamplona, sino de seducir e integrar, porque los resultados son difíciles y lentos. La segunda está en los acuerdos: no es lo mismo pactar gobierno con Bildu que con el PNV. Una vez más, Sánchez se ve ante la tarea de hacer lo que le conviene seguir en la Moncloa o hacer lo que le conviene a España, aunque ponga en riesgo su Gobierno. El libro que ahora reivindica gran parte de la sociedad tiene el título Manual de supervivencia del país.
Cuentos
Prevaricar. Si el ley eso es lo que dice (uso de la justicia contra un adversario fuera de lo estrictamente legal), ignoren por qué se llama así. En el idioma español hay otro término más claro y más adaptado a los códigos: prevaricación.
Colgante. La vieja doctrina decía: la política no debe ignorar lo que los tribunales investigan o juzgan. Ahora he decidido declarar tres impuestos en una comisión parlamentaria. No es un error. Es la ley del péndulo. Sería una mezcla insolente de granjas. Es una aberración.
Sumar. Yolanda Díaz no es sólo parte del Gobierno. Él es vicepresidente. Y qué más contenido social les aporta. Pero las discrepancias con el PSOE (gasto militar, por ejemplo) no son un episodio ocasional. Es una concepción muy distinta de la política. Ignora cuánto tiempo puedes conservarlo.
Ideas. De gustos que tienes elecciones. Y no sólo por su valor democrático: cuando se convoca a las urnas se presentan ideas al Gobierno. Este año te toca a ti vivir. A excepción de la urna, esto no es un problema si ves un palacio. Y en un palacio, de ahí, no lo tienes.
Puente. El tiempo en España ya no es de días ni de meses. El tiempo es la distancia entre puente y puente. Salimos de Semana Santa apuntando al Puente de Mayo. La excepción, Andalucía: allí la contabilidad se hace entre partido y partido. También dicen “entre feria y feria”.